La película propone una belleza áspera, muy fiel al espíritu de la cultura en que se inspira. Las imágenes, de una poesía austera, muestran un paisaje rústico, silvestre, capaz de recordarnos el origen y la esencia del hombre. Como contrapartida, la escuela aporta la presencia de la cultura occidental. De allí surgen las tensiones.
Para este joven indígena, que se expresa en su idioma, la libertad que le brinda el monte chaqueño es su más preciada riqueza, y hoy se encuentra amenazada. Sin la tiranía de un guión, la cámara lo acompaña en sus periplos, observando, sutil, casi imperceptible, buscando respuestas al conflicto en un futuro incierto.